viernes, 8 de octubre de 2010

LOS ÁRBOLES MUEREN DE PIE

-"...Es el último día, Fernando. Que no me vean caída. Muerta por dentro, pero de pie. Como un árbol..."
Los árboles mueren de pie. Alejandro Casona.

03:39 AM es cuando pasa la úrgida necesidad de hallar en mis manos un solo libro y no hallarlo, es una de las sensaciones más terribles que le pasan a un lector nocturno de refugio. Y hay algo todavía más interesante qué decir en estos casos... Porque yo estoy convencida que hay momentos en la vida en que ese "necesitar" un libro, está puesto en el sentido más estricto y literal de la palabra: un fragmento, una frase, una serie de palabras que nos hacen recordar lo que necesitamos decirnos a nosotros mismos en ese momento preciso...Sé que eso tiene poco o nada que ver con el arte, pero de nuevo... a veces pasa. Y cuando pasa, es bueno saber que hay un gran arte allá afuera, dándonos una mano. O sea, gente que se las ingenió para ayudarnos de alguna manera a ganarle a la vida o a las circunstancias...

Una de las cosas más interesantes cuando eso pasa es que a veces el libro que uno necesita no es de tus libros favoritos, ni de los mejores libros que leíste. Hay libros recurrentes, hay libros que pasan sin dejar huella, hay otros que podrían hacerlo si no fuera por algunas situaciones puntuales de tu vida. Odio los libros que están fabricados para volverse recurrentes. Creo que lo mejor que le puede pasar a un libro es que el lector se enamore de él y lo busque por lo que significa el libro en sí, luego por lo que significa el libro en la vida del lector. Y como este blog está hecho para hablar de la literatura, -entre otros temas “trascendentales”- no como una forma inaccesible y superior del arte para entendidos, capaz alguno de ustedes entienda lo que quiero decir...
Primera y posiblemente última vez que posteo sobre una obra dramática. Bueno, quizás algún día Shakespeare. Pero creo que todas las obras teatrales que leí las leí mientras estuve en el colegio. O sea, lo imprescindible. Me divirtieron sana y buenamente, me gustaron algunas más que otras, y de aquellas he visto representadas muy pocas. Pero hay un par en especial que sí se me quedaron pendientes en la mente, como en estado latente hasta el día en que pudiera darles una reinterpretación adulta y razonable. El punto es que como amo la narrativa, estoy acostumbrada a admirarme por recursos estilísticos, técnica, estructura. En la obra dramática hay de todo eso, pero en una forma absolutamente distinta. Y cuando esos recursos me faltan, siento lo que leo ligero, como una historia en bruto. Pero eso no quita que tenga la capacidad de golpearte. De hecho, si lo pienso muy muy bien, probablemente lo hace incluso mejor cuando pasa. Esta obra la leí ya no me acuerdo ni cuando. Me acuerdo dos cosas muy puntuales: que me encantó y que me encanto el personaje de Isabel. Cuestión, nunca podré explicar exactamente qué es lo que me pasa con este libro. No lo he leído tantas veces como averiguarlo, capaz nunca lo haga. Hoy lo habría leído y no lo tengo a mano. Mañana probablemente preferiré leer otro. Me acuerdo que la escena en que describen los ojos de Isabel fue el momento en que pensé que uno sí se puede enamorar de un fantasma literario y no porque yo me enamorase de Isabel o más o menos eso. Y recuerdo también, que el momento en que la abuela afronta la verdad sobre el final de la obra, me parece una de las escenas más desgarradoras de la literatura universal.
Hoy me hubiera gustado tenerlo. Pero al menos encontré un fragmento en uno de mis cuadernos. No es suficiente para recuperar el sentimiento. Pero sí para hacer lo que tengo que hacer y llevarme esa lección que dejó Casona, por si algún día alguien la necesitaba. Él dice que los árboles mueren de pie. Yo digo entonces que sí, que pase lo que pase, morir no es tan malo, pero que, ciertamente, sobrevivir no es tampoco tan perfecto como parece.
Debería aperturar la carpeta de pensamientos Pasadas las 3.

3 comentarios:

markín dijo...

Decía eso mi papá; que no importando en qué situación nos involucremos debemos saber ser hidalgos, en victorias y derrotas.

Saber caer, para de algún modo poder morir en pie, aunque fuere de costado.


+++

Alonso Calhin Guerra dijo...

Cuando me acuerdo de ti, en cualquier rincon del mundo que esté, pienso en la mujer árbol que q siempre has sido y que seguirás siendo. Sin merecer que te lo recuerde o lo escriba, sencillamente, eres una de esas mujeres por las que hay que brindar y recordar sonriente, por haberte conocido y haber esparcido un poquito de tu magia.

Tu siempre inoportuno admirador.

Thais A. dijo...

Comparto tu opinión al 100%... Ahí está siempre esa necesidad inexplicable de leer un libro cuyo significado nos es incomprensible, pero que encierra entre sus páginas un mundo lleno de posibilidades y sueños, ESO es lo bueno de la lectura, que sin moverte de una silla puedes viajar tan lejos cómo tu imaginación te permita... No importa qué libro caiga en tus manos, siempre y cuando lo recibas como si fuera un gran amigo.