jueves, 28 de octubre de 2010

NOCHES DE LLUVIA

Yo tengo un pacto con la lluvia; yo me dejo empapar por ella, siempre que aparece salgo vestida de gala para que arruine mi mejor vestido y jamás, por nada de este mundo, cargo conmigo un paragüas. A cambio, tengo la libertad de esperanzarme en una recompensa cualquiera. Y mi única recompensa hoy, puedes ser tú. La lluvia no es benevolente, y eso me reconforta. Me empapa como si el mar me cubriera, y se volviera una segunda piel sobre la mia, me hiela desde los nervios hasta el alma, me hace desear estar en casa, me hace desear estar contigo.Y jamás amaina cuando estoy, por ejemplo, esperando un taxi, o cuando simplemente estoy fuera y por ese pacto no camino bajo los balcones sino en la intemperie, para permitir que me torture de esa manera dulce y enervante que sólo conoce la lluvia, entre sus tantos secretos nocturnos. No, no es benevolente, tampoco lo he sido yo. Aprovecha toda promesa para obligarte a cumplirla hasta la infinitud. Pero de la benevolencia uno no puede esperar más que piedad, compasión que no hace demasiada diferencia. En cambio de la lluvia, de una lluvia que se niega a darme nada a cambio, sé exactamente qué esperar. Y lo único que yo logro arrancarle con las uñas empapadas por su velo eterno desdoblándose sobre mí, lo único que espero, es la espera misma. Es este vivir ya no soñándote, sino amaneciendo de los sueños para esperar que se me cumplan. Me hago fuerte esperándote porque mis inquietudes solo quiero transitarlas, solo quiero estar mientras el tiempo se regocija y saber que tú estarás algún día, que mi esperanza aún la llevo siempre conmigo y todo, pese a todo, con todo, sobre todo lo demás. Te extraño y te seguiré extrañando, y te seguiré deseando, pero sobre todo, mágica y buenamente, te seguiré amando, bajo la impasible lluvia y tormentas y aún rayos. Pero si la lluvia aún no ha roto con el eco de mi voz, si mis palabras te han llegado a kilómetros de distancia, tal vez algún día podamos pararnos bajo la lluvia y saber que es la misma en cada lado del espejo, del mundo, de estas ciudades que nos son ajenas al uno del otro. Quizás ambos podamos sonreír para sentirnos cerca, cerrar los ojos. Y ahí, al abrirlos, descubrir que estamos juntos, mirando el mar, extrañándonos por gusto, porque nuestras miradas convergen y nuestras manos se han enmarañado en una dulzura infinita que solo conoce aquél que ha aprendido, después de tormentas y marejadas, a esperar.

Hacía meses fríos que no llovía, y hoy, de primavera caes como recordándome el juramento. Hacía mucho que no sentía, como hoy en día, como nunca, como sólo tú chico me has hecho sentir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

...

Jorge Atarama dijo...

Disfruté gota a gota esta lluvia letrada. Un gran abrazo Gabriela.

Alonso Calhin Guerra dijo...

Disfruta lo que tengas q disfrutar, aunque como siempre con el pasar de los días, te venga el desencanto.
Siempre llega a secar.