domingo, 30 de septiembre de 2007

PAREDES VERDE AGUA.

Las paredes color verde agua de los hospitales, siempre me han producido una fría sensación. Y las sombrías miradas de sus ocupantes una vaga sensación de desolación. Todos a la espera, con los pálpitos del corazón a punto de estrellarse en el vacío de sus frías paredes color verde agua. Horas atrás, por el pasillo se deslizaban niños. Como fantasmas, algunos en silencio, algunos llorando. Pasaban madres y padres. Pasaban enfermeras y médicos. Entre ellos caminaba una niña de la mano de su madre. La madre tenía miedo. La niña caminaba asombrada. Y aquel momento se quedó grabado en algún lugar de la memoria. Al final el tiempo siguió su curso. El tiempo siempre sigue su curso, sin importarle quién le mira en las orillas. De pronto aquel pasillo se difumina, y la niña ha dejado de serlo. Algún día. Quizás la madre sigue teniendo miedo, los miedos cambian, pero persiguen a las madres, por mucho que los bebés crezcan y se conviertan en adultos.


A mi lado, un pequeño y gracioso cochecito color celeste -de seguro es un niño- alzó en brazos al bebé con mucha ternura, pero con gesto seguro. Como si lo hubiera hecho siempre. Lo miró y le doy un beso en la mejilla. La madre y la niña, subieron las escaleras con cuidado, acompañadas por el gracioso cochecito. Y mientras las seguía por detrás sé que pensé que era una pena que no tuviera hijos.
Poco después, la misma mano que sujeta el bebe, acarició y tranquilizó a un perro gigante que estaba nervioso, con la misma ternura, con el mismo afecto. Y a pesar del miedo que siempre me atenaza con los perros enormes y que no conozco, sé que pensé que teníamos suerte, tanto el perro como yo. Ambos estábamos seguros.
Antes de eso, se fragmentó un trozo de conversación, y cayó a los pies de mis oídos, sin querer. Un qué tal estás que era mucho más. La misma mano dando ánimos. Una sonrisa muy cálida. La explicación de que parecía haber una nueva energía que provenía de la sonrisa de su hija. Sé que pensé que ojalá el bebé fuera un talismán y todo saliera bien.
Las conversaciones revolotean, los nervios hacen que la atención se fragmente, y vuele posándose en otras vidas. Retazos. Mientras se espera. Un resultado. La madre sigue teniendo miedo. Pero no lo dice. No puede. Tiene que estar tranquila. Ya no puede llevar de la mano a su hija, aunque quisiera. Después salen algo más aliviadas. Todo ha ido bien. Pero ella recuerda aquellos años. La angustia. Los miedos. Los viajes con el alma encogida. El desconcierto. Pero hoy sale y respira. Sonríe. Las conversaciones nerviosas de los que esperan siguen revoloteando. Se alejan. Ya no las oyen. Agradece el frío del mediodía. Y mira a su hija.
Volví asomarme por encima del cochecito con cuidado. Dormía. Le daba igual el ruido, las luces. A veces agitaba levemente un bracito. Los ojos cerrados, la respiración rápida pero sosegada. El dulce semblante de la seguridad y absoluta confianza. Cincuenta y ocho centímetros. Sé que pensé que era un pequeño milagro, muchos cruces de caminos que confluían en aquel sueño. Más tarde estaban a mi lado la madre y la hija. En un momento que no hubiera imaginado hace unos años, pero que ahora sería inimaginable pensar que no sucediera. La mirada del padre que rápidamente apareció en escena, la mirada de la madre, las caricias, los juegos, los sollozos, el balanceo sedante...
Durante aquella noche, mientras caminaba sola por la calle que conduce a mi casa, me vino a la mente el pasillo de aquel hospital, en el que nunca he estado, pero que vi esta mañana. Y vi a la niña que caminaba con los ojos muy abiertos, asombrada, muy seria, viendo pasar a otros niños y a otros adultos de gesto sombrío y conversaciones breves. Mientras caminaba deprisa porque hacía frío y estaba ya cansada, recorrí mentalmente ese pasillo que existe desde esta mañana en mi mente, y sé que pensé que era una suerte que no fuera nada, que el pasillo se quedara atrás, que la mano de la niña creciera para proteger al bebé con cariño mientras subíamos las escaleras, para calmar al perro nervioso, para apoyar la sonrisa cálida, para ofrecer tanto por nada. Imaginé el alivio que debe de sentir su madre al ver que sus miedos no han tenido más remedio que abandonar su persecución.

9 comentarios:

Manuel Jontes dijo...

paso a saludar y agradecer tu visita a mi blog. Tengo que contarte que esos puntos supensivos que dejaste en el comentario me han dejado con algo de intigra. Me gustaría saber cuál es el texto que se parece al mio. De todas formas lo encontraré, Jaja. Estoy leyendo tu blog

SALUDOS

Jorge Atarama dijo...

El verde es conocido por el color de la salud. ¿Cuántas situaciones se pueden vivir dentro de él? No sabemos, pero sabemos que existen seres sensibles como tú, que captan y nos describen sentimientos que nos enseñan por este corto camino de la vida. Ser madre es ser un instrumento de Dios para continuar la creación, pero tú sin serlo -por ahora- contribuyes con su misteriosa obra en el poder creativo de la palabra, así que sin darte cuenta existe una maternidad inherente en tu ser en el preciso momento que usas tu sensibilidad al ritmo de tu corazón.

Perro dijo...

¿Porque sacaste el ultimo post, el de la foto con él, si salían tan bien, aunque me dio celos, jejeje?
¿Porque se arrepintió?

Anónimo dijo...

hola soy tu admirador, pero dejame decirte que no te ves bien con el de la foto. mejor se veria conmigo.

gracias

Manuel Jontes dijo...

tal vez no lo encuentre porque no está punlicado...pensandolo así sería imposible..

saludos desde Buenos Aires

Anónimo dijo...

Hello, you site is very funny he told me to cheer up .. Merry Christmas.

Anónimo dijo...

Merry Christmas and Happy New Year, may all your wishes come true!

Anónimo dijo...

Merry Christmas and Happy New Year, may all your wishes come true!

Anónimo dijo...

Good article. Thank you.
http://orderserax.blogspot.com/2011/01/buy-serax.html