martes, 18 de septiembre de 2007

LA SEGUNDA SONRISA.

Siempre con la mirada fija en el infinito, perdida en el espacio; Valentina se deja cegar las pupilas por la sutil luz de los rayos matinales. Deja reposar sus manos en su regazo, las observa y respira, respira como si quisiera agotar de un solo golpe todo el aire del campo. Lleva el cabello sujeto en una cola, que le cae por los hombros en ondas color castaño que hacen juego con sus ojos; ha mordido su labio inferior, suele hacerlo cuando la ansiedad empieza apoderarse de su razón. El libro que había llevado para ahogar el tiempo lo ha dejado de lado, no puede leer sin que la mente se aleje del propósito. No puede leer, no puede sonreír, ni siquiera puede pensar, sólo puede esperar, y los minutos que corren con desdén, sin piedad, y aunque no lleva reloj sabe que se han marcado notoriamente.


A unos metros, una pareja de enamorados jugando a ser feliz. Él juguetea con los cabellos de la mujer, ella sonríe y el rostro se le ilumina. No deben llevar más de un mes, piensa Valentina. El amor es tan dulce cuando comienza. Un poco más allá, unos niños jugando felices, Valentina observa y recuerda su oculto deseo de no ser madre, y se ha preguntado si es normal pensar así. Se acodado ha a un futuro, lleno de mares de distancias pero finalmente consolador futuro, porque el pasado no la hace sentir bien. Ha buscado una imagen en las esferas del tiempo, ha buscado un anónimo rostro, quiere escuchar palabras, sonidos, y el canturreo que escucha se le hace muy lejano. El cielo ha ido canjeando su celestial azul por ambarinos colores, pronto las sombras cubrirán los verdes campos. El tiempo ha corrido y la ha envuelto en un remolino de vagas emociones.

Valentina, ha esperado sin esperar. Porque sabe que el ayer nunca llegará, que nunca ha conocido el camino exacto para arribar; los minutos se le han escurrido entre los dedos, y las sombras le han susurrado al oído que la espera no es de todo, desatinada. Y la espera aun no se hace eterna, la estólida razón de un extraño ayer la envuelve y la menea entre azarosas aguas de un mar sediento de tierra firme. Valentina, no recuerda el amor, porque tal vez nunca lo vivió; Valentina sabe que el amor tampoco nunca la correspondió, porque jamás la conoció. Porque aquel vislumbró sus exóticos ojos marrones y sus cabellos que adornaban su espalda, pero nunca visito su alma, porque nunca comprendió. Ese amor perdido ya no le tortura, los ribetes del injusto a veces, y otro sabio tiempo le ha hecho concebir una nueva idea. Valentina ha vuelto a ver sus finas manos y ha despojado de su dedo el anillo dorado que le envejecía, lo ha mirado con nostalgia y a la vez con desprecio, lo ha arrojado a lo lejos, aquel anillo que su dedo no volverá a ostentar con añejo esmero. Valentina recuerda los lazos que la ataron, y trata de encontrar los motivos para desatarlos, recuerdas las perdidas, que aunque ya no dolorosas aun siempre serán perdidas y curiosea para convertirlas en riquezas.

Un hombre con sombrero se le ha aproximado, y le ha dicho que la tarde alcanzó su esplendor sin que se diera cuenta. Valentina le ha sonreído amablemente y aquella es la primera sonrisa que le ha obsequiado al día. El hombre del sombrero ha desaparecido. Y ella se ha levantado del otrora verde asiento. Entonces se ha olvidado de todo lo que la llevo a pasar las horas en ese lugar, porque el tanto examinar los ribetes del tiempo no consintió que examinara el sorpréndete hoy. Y él, estaba allí, a su lado, porque había hallado el camino sin dificultad, porque las piedras resolvieron retirarse del sendero para permitirle pasar. Porque no había necesitado comprender, ni examinar, había bastado con mirar. Porque él estaba allí, con la mirada serena y un brillo especial en las orejas, él estaba ahí y ella no sabía del todo para que, mas una dulce sensación le producía. Se han mirado a los ojos, y se han encontrado, sin retrasos, ni expectativas, simplemente se hallaron, en el momento exacto. Y ha querido acariciar su mano, que aunque no la rozó nunca, sabe que es cálida. La absurda espera no fue en vano, le volvió a susurrar las sombras. Valentina y él se han quedado entre la tarde, el campo y las voces pérdidas de una mañana que se convirtió en ayer. Se han vuelto a mirar, él le ha tomado la fina mano despojada del dorado anillo que reposará entre los campos del lugar, y ella ha sonreído y aquella ha sido la segunda sonrisa, que esta vez le ha obsequiado a él.

5 comentarios:

Enrique de Santiago dijo...

Estimada Gabriela, ciertamente este relato tiene otro ritmo, distinto al anterior, pero no por eso menos interesante, es muy nostalgico y evocador, posee una pausa adecuada, y su semejanza con el anterior, eso sí, es el final. Ya que como se desarrollan las historias, estos terminos son inesperados, es una buena manera de sorprendernos, sea cual sea el ritmo que tus textos lleven, bien por eso.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Hola Gabriela! Hace tiempo que quería pasarme por tu blog, y me ha dado mucha alegría encontrarme con tus escritos. Estoy de acuerdo con lo que dice artesantiago, pero además hay una cosa: el intimismo del lenguaje, su pulso íntimo se eleva para crear una especie de atmósfera en la que pareciera que flotaran los personajes. Valentina y el hombre del sombrero parecen flotar en una neblina construida por sus reflexiones, por sus miedos y su manera de ver el mundo. Un final esperanzador, una segunda sonrisa dirigida esta vez a él.. Un precioso relato. Un abrazo muy fuerte!

Jorge Atarama dijo...

¿Qué más queda? Agradecerte por la magia de tus palabras. Hoy nos has tocado con el mundo de Valentina y nos has llevado por tu poesía, y esta vez nos has planteado la esperanza, esperanza que nos dice que así se mantenga quieto aparentemente el tiempo, siempre habrá un movimiento, movimiento del universo que nos trae un mañana mejor así nos dejemos llevar por la quietud. Cuéntanos más de tu universo Gabriela, cuéntanos las historias iqueñas con la magia de tu pluma, de tu cerebro y de tu corazón.

@Igna-Nachodenoche dijo...

Cuando alguien te regala sonrisas inesperadas, dejás atrás el tiempo de recuerdos, y vuelves al presente.
Tu estilo es muy ágil para la narrativa, me agrada.

Un abrazo Gabriela.

Nico dijo...

Por dios, eres exelente te admiro, escribes mas que bien, gracias por tu benditas palabras.

""Porque no había necesitado comprender, ni examinar, había bastado con mirar."" El amor, trae tanas sonrisas aferradas muchas veces a una lagrima.

Brindo contigo amiga mia.

Nicolas.