La mujer asintió, pues sabia, sabia que no había verdad más cierta. Entonces, sus ojos refulgieron, pero la mirada se clavo en el pavimento. No podía ver de frente a esa imagen que espetaba evidencias que cercenaba el ególatra sentimiento con cuchillos afilados.
-¿Esas son lágrimas? ¿Aquellas gotas sin color que caen por tus mejillas? ¿O quizá tan sólo hipocresías amoldadas a tu cobardía? ¡Ahora atas las manos con sogas semejantes a cadenas, ahora cierras tus labios y ahorras palabras, ahora eliges sollozar por vergüenza a sonreír y lamentas tu suerte. Ahora colocas titánicos bloques de cemento para no dejar pasar los rayos de sol, ahora colocas tú las piedras en el camino…
La imagen del espejo vociferaba cada vez más alto y los oídos de la mujer estaban a punto de estallar. Los sempiternos minutos corrían, alargando la agonía que hacía desfallecer cada una de sus células. Levanto la mirada y la imagen sonreía complacida, como si cada uno de sus miedos engrandeciera la expresión de la comisura de sus labios rojos. La mujer y la imagen, frente a frente, librando una batalla; una batalla que la mujer minuto a minuto veía perdida porque nadie levantaba la manos para que ella la ganara o al menos ese alguien no las enseñaba. La forma de sus contornos se había desgastado, su mirada inyectada, salpicada de chispazos ardientes y el hirsuto vello de su piel. La mirada perdida, puesta al suelo, y afuera un atardecer deslumbrante que no veía. En los bloques de cemento se escribieron sus más recónditos deseos, palabras cinceladas con las gotas deslucidas, cuajadas de ahogo y frustración.
La imagen poso sus apenas pulidos contornos al lado, soberbia, y con el aura más brillante que la propia luz que destellaba la luna. El frío la apresó; como si un cadáver tocara sus manos, se estremeció.
-¿Ves mis manos? ¿Ves las tuyas?- pregunto la imagen, mirándose una y otra vez, instando que la mujer lo hiciese de igual. La mujer asintió.
No reconoció las suyas, tal vez había demorado en notar la travesía de los años que suceden estrepitosamente.
-Envejeciste mientras yo volvía a nacer –precisamente-, cuando ya me dabas por muerta. ¿Son doce meses, diez años? Quizá toda una vida…
Y la imagen soltó una carcajada. Llevando su mano fría como la acera, meció su mundo y
atrapó en ese instante su corazón, de pronto y sin aviso, estrujándolo con fuerza y con los mismos dedos que ahora sostienen su lóbrego vestido, comenzó a apretarlo y a liberarlo, buscando el compás de unos latidos que antes, de tan monótonos, se le habían perdido. La mano se enlazo con la de la mujer, creando mundos particulares, transporto sus pensamientos en otros tiempos, ya perdidos, ya olvidados, avistándoles sonrisas y esperanzas almacenadas en el cajón más alejado de la luz. La traslado a mundos reales o imaginarios, busco la línea para cruzar destinos. La mujer se aturdió, se escondió y se durmió entre sus reminiscencias. Durmió sus ojos, y durmió su boca y sus manos las entrelazo en si misma, despojándose de las otras.
-¿Renunciaras? -preguntó la imagen y la sonrisa soberbia continuaba alumbrando su nevado rostro. -Esa mano…por esa única mano, por su fuerza y su calidez, por la manera en la que escribe, sostiene el auricular, acaricia, y saluda; por esa mano daría yo las mías sin dudarlo, por esa mano saldría a buscar rayos y tormentas. Seguro de que es mucho mejor luchar contra el viento y el agua real, que contra los miedos seguros de la cobardía y el desanimo.
La oscura guardiana de la entrañas de esa habitación camino sin el menor sigilo, contó sus pasos sobre la acera y tarareo una canción que la mujer no escuchaba hacia mucho. Era ella la convidada de piedra y muerte. Y la mujer toco sus manos, sus brazos y sus mejillas, aún calientes, aún templadas, y sintió las ígneas pasiones de sus profundidades; mientras la imagen se convertía en hielo y seguía sus pasos en silencio.
La mujer avanzo hacia unos cristales que habían permanecido taciturnos a los hechos y extrañaba verse reflejado en una pupilas antiguamente brillantes. Abdico sus miedos que habían dado a luz a esa imagen vestida de lúgubre color. Afuera el anochecer había caído majestuoso; como siempre observo las estrellas tratando de descubrir algo nuevo en ellas.
-aquella que notaste –dijo la mujer a la imagen- es la mano que mece mi mundo, la que lo gira, lo eleva y me atraviesa en cada segundo; aquella es la mano que anhelo tocar a cada paso; la que no oculta, si no difumina mis miedos, la que me da calor y la que sostendrá la caída de este anochecer.

10 comentarios:
Jo. El dibujante debe de sentirse contento.
Que buen relato querida amiga, bueno ya nos tienes acostumbrados a estas notables entregas. A veces pienso que el tema es una excusa, para derrochar tanta poesía y esa notable manera de escribir, yo la llamaría una prosa poética, es elegante, fina, y con un muy buen ritmo. Y es curioso, por qué en general se percibe un vuelco, sobre todo en los escritores de habla hispana, hacia tintes más clásicos de la escritura.
Lo que es muy bueno
Un abrazo
Gabriela, mi gusto por leer me habla como aquel personaje a su imagen y me dice que visite tu página para gozar de los masajes metafísicos de tus palabras. Ojalá el dibujante de sonrisas siga catalizando palabras escritas en ti.
Dibujante de sonrisas con nombre y apellido?
Me gusto mucho el relato.
Un abrazo afectuoso.
siempre que pueda vendré por aqui a ver si aprendo a escribir como usted lo hace.
www.antoniolarrosa.com
Hay espejos que deforman realidades, y realidades que logran convencernos de ver aquello que no existe.
Porque ningún reflejo suele ser perfecto.
Un abrazo Gabriela.
Te dejo mis afectos... muy lindo relato....
Me gustó mucho.
Un abrazo.
El espejo, la Imagen. ME ENCANTAN TUS NARRACIONES, ADMIRABLE Y EL EJEMPLO DE APRENDER EN ELLAS. GRACIAS POR TUS BELLAS Y RICAS PALABRAS!!!
Un abrazo gigante amiga, cuidece mucho. Besos lleno de ternura para usted.
Nicolas.
Ups... vaya que para leer este escrito he necesitado más que atención. Percepciones e imágenes que fluyen. Símbolos. Estamos siempre como entes estáticos y se necesita encontrar, muy debntro nustra la luz y la fuerza para seguir. Encontrar ese nexo que nos permite traer del pasado neustra escencia para proyectarnos a futuro.
Chau.
Hola Gabriela:
Devuelvo tu grata visita y me admiro de tus letras.
Es absolutamente natural y muy lógico que hayas lamentado la derrota de Perú en el pasado partido...como lógico fue que como chilenos nos hubiéramos alegrado por la victoria.
Un abrazo.
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