Cuando atardece, siempre me invade una sensación de tristeza, no obstante el bello paisaje a uno termina por darle frío y preguntarse qué pasa con la vida, qué pasa con este mundo, ¿qué somos?... Y aparecen las estrellas, al tiempo que el que el firmamento se viste con las más bellas tonalidades que van del naranja al morado, pasando por el azul celeste. Y todo cambia. Súbitamente aparece la luna, y en el ambiente se dibujan sensaciones apenas perceptibles que juegan con nuestros sentimientos. Nos llenan de paz o nos torturan.
Es entonces cuando una, presa de esta avalancha de punzantes sensaciones, siente un vuelco en el corazón y terminamos por aceptar lo infinitamente grande, maravilloso y mágico del universo. Se comprende lo insultantemente pequeños que somos. Formamos parte de este maravilloso mundo en el que se nos han regalado tesoros tan preciosos, que resultaría ridículo mostrarnos inconformes por lo que somos.
El agua corre libre por los ríos, ¿y que hace el hombre?, la detiene, la contamina y desperdicia vilmente, coarta su libertad sin darse cuenta de que a la larga el único que sufrirá será él. Y este es tan solo un ejemplo, si el planeta entero pudiera reclamarnos por todos los crímenes que hemos cometido en su contra estoy segura de que más de uno terminaríamos tan arrepentidos, que la eternidad no nos bastaría para limpiar nuestra conciencia.
Y ahora, no sé si tempranamente, si a tiempo o ya muy tarde, entramos de lleno en este mundo de las responsabilidades, en donde lo único que debería de importarnos es el devolverle un poco de alegría y coherencia a este mundo; recuperar nuestra capacidad de asombro al observar un atardecer, poder llorar cuando lo deseamos, suspirar por alguien, el tener miedo, reír, sonreír. Hagamos de este mundo algo más humano, y comencemos por nosotros mismos.
Solo Dios sabe hacia donde van nuestros caminos. A veces debería releerme más seguido y hacerme un poco de caso.
Alguien tiene que decírmelo: estas haciendo todo mal.
Es entonces cuando una, presa de esta avalancha de punzantes sensaciones, siente un vuelco en el corazón y terminamos por aceptar lo infinitamente grande, maravilloso y mágico del universo. Se comprende lo insultantemente pequeños que somos. Formamos parte de este maravilloso mundo en el que se nos han regalado tesoros tan preciosos, que resultaría ridículo mostrarnos inconformes por lo que somos.
El agua corre libre por los ríos, ¿y que hace el hombre?, la detiene, la contamina y desperdicia vilmente, coarta su libertad sin darse cuenta de que a la larga el único que sufrirá será él. Y este es tan solo un ejemplo, si el planeta entero pudiera reclamarnos por todos los crímenes que hemos cometido en su contra estoy segura de que más de uno terminaríamos tan arrepentidos, que la eternidad no nos bastaría para limpiar nuestra conciencia.
Y ahora, no sé si tempranamente, si a tiempo o ya muy tarde, entramos de lleno en este mundo de las responsabilidades, en donde lo único que debería de importarnos es el devolverle un poco de alegría y coherencia a este mundo; recuperar nuestra capacidad de asombro al observar un atardecer, poder llorar cuando lo deseamos, suspirar por alguien, el tener miedo, reír, sonreír. Hagamos de este mundo algo más humano, y comencemos por nosotros mismos.
Solo Dios sabe hacia donde van nuestros caminos. A veces debería releerme más seguido y hacerme un poco de caso.
Alguien tiene que decírmelo: estas haciendo todo mal.
2 comentarios:
Algún día, la Tierra va a ser respetada como se lo merece.
Sólo espero estar ahí para verlo.
"Dejen el mundo tal cual lo encontraron" (Baden Powell, fundador de los Scouts)
Eso sería.
beijos pra você.
Atte:
Juan Pablo
Publicar un comentario