domingo, 15 de julio de 2007

EXTRAÑOS SUEÑOS.

Hoy la niebla, extendida a ras de suelo, elevándose de la tierra, retrepando por los troncos de los árboles, mezclada con los restos de la noche, parecía querer entrar en el compartimento oscuro, a través de los cristales, como si golpease con dedos densos e invisibles. Dedos de niebla que cierran los ojos de los pasajeros. Las maletas duermen también en sus repisas, o amontonadas en el pasillo.

Entro despacio para no despertarles. Una mujer y un hombre jovenes duermen. Un matrimonio se sobresalta. Otro hombre parece salir del rincón más oscuro del vagón. Y desaparece, para mi desparece en algun punto del tren, porque no vuelvo a verle. Hace calor, como si los sueños se hubieran condensado en sudor y cansancio. Llevan horas atravesando el país, de punta a punta. Mi trayecto es corto, a penas un rato frente a la noche y la mañana que les queda a ellos.

La niebla avanza. Presiento que el día será igual de denso. Miro por la ventanilla, pero no puedo evitar mirar al hombre joven que duerme, casi no se mueve, ha aprovechado la marcha del otro, para estirar sus piernas, pero no es suficiente. No mueve ni un músculo de la cara. Miro a la mujer que duerme a su lado. Imagino su historia. Imagino si van o vuelven. Imagino que la niebla es la encargada de empujar el tren, que atardece en vez de amanecer y que mi viaje es siempre de regreso. Me vence el sueño. Me quedo dormida unos minutos.

Sueño cosas raras, desconocidos que duermen rozándose, la niebla que ha entrado en el vagón, que se enreda en las maletas, en las cintas, en las cremalleras, la niebla que nos lame las piernas aupándose por las rodillas, que se engarza al cuello, la niebla que respiramos. Un sueño raro, a trozos, a saltos, deshilachado, de vez en cuando abro los ojos. Él duerme. Ella se mueve de vez en cuando. La ventana sigue mostrando el paisaje adormecido que aún no acierta a despejarse. En el pasillo siguen las maletas. No hay rastro de niebla. Solo en mi sueño. Hay tres hombres que miran por las ventanillas del pasillo. Todo está en silencio. El sueño vuelve a vencerme. Ya queda poco para llegar. Uno de los hilos de mi sueño me trae a los ojos las caras de todos los que han viajado a mi lado, en estos tres meses. Me pregunto que habrá sido de ellos. Se mezclan sus caras y sus historias con este amanecer que no acaba de desprenderse de si mismo. Tengo un pálpito raro, como si el día quisiera ser como otro lunes cualquiera sin conseguirlo.

Al final tengo que irme. Les dejo dormidos. Ni siquiera saben que he estado ahí. Mirándoles entre mi sueño y mi curiosidad. En un minuto saco el móvil y enfoco su sueño. Disparo. La foto queda como testimonio.

El día se ha desarrollado plomizo a pesar del buen tiempo. Un día muy extraño. Y al final, mi presentimiento y mis teorías han resultado ciertas. Ojalá me hubiera equivocado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Muy bueno! Te felicito.