martes, 15 de mayo de 2007

LORENA

De la vetusta radiola, y los apasionantes boleros que ululan en el aire del viejo salón del olvido. Del viejo gramófono a los cromos perdidos, debajo del salón de terciopelo rojo, de paredes altísimas con las que tocar el cielo, del marco de plata al reloj de museo que solo cuenta horas hacia atrás con un segundero falso y grueso que traza arcos imperfectos.
Lorena se duerme la mano bajo el peso de los años y la cabeza gira hacia la palma húmeda del recuerdo y los tapetes de ganchillo que odiaba coser tan despacio y que le salían siempre y durante años mal si los cosía con prisa.

Del retrato amarillento de su hermano muerto en combate hace ya tanto a una página recortada de la revista pasada que arrancó alegre porque la imagen le recordaba a su tia Francisca quien le compraba los cromos en el kiosko de siempre antes de comenzar a pensarse en femenino y siempre singular.

Lorena se duerme, los brazos colgando del sofá perdida la vista en una de las ventanas que hace tanto que no puede limpiar porque le pesan los cristales, le pesan los años, las rodillas crujen a cada pasito y el paño tiene miedo de suicidarse cayendo al suelo del noveno.

Lorena ya no recuerda cuándo decoró por primera vez aquel salón de ventanas enormes, y siempre tan oscuro. Recuerda la voz, abre las cortinas, niña, y las cortinas aún abiertas como putas no dejan pasar la luz y el salón se queda convertido en un burdel oscuro de recuerdos acodados en la barra del mueble bar. Lorena se duerme los pies, cruzados y vencidos en zapatillas de cuadros marrones y verdes.

Lorena se piensa desnuda en cualquier cuadro de Picasso porque Berruguete no la admite como talla de madera.

Tiene sueños raros, quiere ser fuente de agua negra, quiere ser charco de agua clara, quiere trinar dentro de jaulas, no quiere ser pájaro, a ratos no quiere ser nada, a ratos lo quiere ser todo, y llora porque no le da tiempo, y llora tomando el té de las seis pensando en lo mucho que echa de menos tomar el té a las cinco.

Lorena se siente rara y tampoco sabe muy bien qué hacer con sus manos nudosas y blancas, tintadas de café en manchas imposibles de lavar por muchas horas
que tarde en deshollarse la piel bajo el grifo.

Lorena tiene una amiga dentro de sí misma a la que reprende cuando llega tarde

Y se han dormido las manos, el brazo y los pies, en un sueño enredado de arterias y venas. Llegas tarde, le dice siempre a su amiga, mientras se levanta del sillón para descorrer las cortinas.

3 comentarios:

Santiago Paz dijo...

Mi niña querida:

Terminé. Nueve está listo.


Besitos miles.


Atte:
Paz

Anónimo dijo...

Para estar perdida en una ignota ciudad del Perú sin mas llegada que malas y pocas copias de intelectualidad, lo tuyo francamente es bueno.
Le monde diplomatique, te espera.

Paulo dijo...

Mucho bom teu blog. Gracias!!
Paulo

PORTUGAL